El espejo de la existencia

Soy un Ser en constante devenir

Un reflejo de la vida que se despliega en cada célula, en cada respiración.

Mi cuerpo no es solo materia; es el templo donde habita mi conciencia, el escenario donde se manifiestan mis pensamientos y emociones. En él llevo las huellas del tiempo, de mis aprendizajes y las cicatrices de mis batallas.

Me perdí.

Un día me perdí en la ilusión de la separación: entre lo que era y lo que deseaba ser, entre lo que veía y lo que realmente era.

La fotografía me invitó a cuestionar esa dualidad: ¿Qué es realidad? ¿Qué es apariencia? ¿Quién soy yo? ¿Quién soy en medio de todo eso? ¿Qué es todo eso?

En ese instante una voz desgarró una verdad:

La percepción no siempre refleja la esencia. Lo juzgado puede ser simplemente una interpretación limitada del infinito que soy.

Reconocí en esa fotografía el vasto infinito que habita en mí, que soy.

Que aceptar mi cuerpo es aceptar también la incertidumbre de mi existencia, esa danza eterna.

Cada fotografía desde entonces se convierte en un acto de reconocimiento propio:

Una afirmación de que mi cuerpo no es solo objeto de juicio propio o ajeno, sino un símbolo vivo de mi presencia en el mundo.

Un recordatorio de que la belleza no está en la forma, el color o el olor, sino en la autenticidad con la que habito mi ser.

Al reaprender a mirarme, comprendí que aceptar mi cuerpo es aceptar también la impermanencia, el cambio constante y la naturaleza inevitablemente transitoria.

Entender que soy un proceso en marcha, una expresión única del universo manifestándose a través de mí.

Y así, en amor, me acerqué aún más a esa verdad esencial:

Que soy parte del todo y al mismo tiempo una totalidad en sí misma.

Que aceptarme es honrar el misterio profundo de existir.

Amarme siendo.

Simplemente.

Simplemente lo veo en ti.

Lo veo en ti a través de mí.

Ahora ya sabes que cuando digo “Nos amo”,

es desde aquí.

Un guiño,

El Ojo de Venus.

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